Mucho se ha hablado del acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, que llegó luego de 25 años de negociaciones infructuosas. Si bien todavía faltan etapas por cumplir y las amenazas existen, se está muy cerca y existe mucho optimismo desde ambas partes, al margen de los detractores, también de ambas partes.
Pero lo que en principio comenzó siebdo un acuerdo comercial puro y duro, con baja de aranceles, el presente acuerdo tiene más que ver con asuntos geopolíticos y momentos cruciales en el contexto internacional.
Así lo analizan desde Europa, donde creen que el retorno de Donald Trump a la presidencia de EEUU, ha acelerado las negociaciones, en especial desde el lado europeo.
En ese sentido, en un artículo publicado por DW, el investigador del Instituto Alemán de Estudios Globales y Regionales (GIGA), Detlef Nolte, asegura que hay una “perspectiva estratégica, geopolítica y económica” y que “es una señal positiva de ambos lados de fomentar el comercio libre entre las dos regiones”.
Asimismo, agrega que “es también una señal hacia Donald Trump, quien ha amenazado con aumentar los aranceles”.
En tanto, desde España, el experto José Antonio Sanahuja, catedrático de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid, se mostró en sintonía con lo anterior, pues manifestó que el mundo está en “una crisis de la globalización y una competencia geopolítica entre China y Estados Unidos muy dura” y señaló que “la importancia de este acuerdo ahora es geopolítica” y “un instrumento para que ambas partes tengan márgenes, autonomía estratégica y sirva para evitar quedar atrapados en la crisis de la globalización y en la competencia geopolítica entre China y EEUU”.
Está claro que el acuerdo evolucionó desde su primera intención, dejando atrás la década liberal de 1990 y buscando espacios modernos en materia de relaciones laborales y medioambiente.
De ser netamente un tratado para liberalizar el comercio, pasó a incluir una serie de otros aspectos acorde con el avance de los tiempos, como por ejemplo en los campos laborales y medioambientales.
Como muestra, bien vale el ejemplo que maneja DW, diciendo que “el acuerdo no liberaliza totalmente la entrada de carne, sino por cuotas”, aludiendo a “muchos estudios que muestran que no va a aumentar tanto el volumen que va a llegar desde el Mercosur” a la UE.
En lo estrictamente comercial, lo positivo para ambos bloques está en las posibilidades de acceso a un mercado ampliado de alrededor de 800 millones de personas, entre las que conviven distintas costumbres, culturas, con grandes, medianas y pequeñas empresas para las que los aranceles ya no serán un problema.
De acuerdo con el informe de DW, “solamente para la UE, el ahorro por este concepto es de €4.000 millones”, mientras que para los países sudamericanos la garantía de tener un acceso más competitivo impulsará a los sectores productivos”.
En ese sentido, Sanahuja indica que “hay costos y beneficios heterogéneos, ganadores y perdedores en ambas regiones”, pero que “el beneficio agregado es positivo dentro de Europa y el Mercosur, si bien hay sectores para los cuales no es así y deberán ser compensados”.